miércoles, 3 de febrero de 2010

Identidad, el Contra-bandista, 3 de febrero.

Ayer no vine a la emisora por apoyar a un gran antropólogo y mejor amigo durante la presentación de su tesis doctoral. Hacía mucho que no asistía a la defensa de una tesis. Desde mis tiempos de universitario pelota, en los que rascaba algunas décimas de la nota final aguantando las interminables disquisiciones de los doctores, no había sentido esa inferioridad tan alarmante que se puede sentir, y de hecho siento, ante los abismales conocimientos de tan magníficos prohombres. Sí, ayer lo vi claro, soy un ignorante. Estoy atado a mi ignorancia y, aunque no me ayuda demasiado para escribir estos resúmenes, tengo que reconocer que después de tantos años de convivencia le he cogido cariño.
Hay tanto por aprender… que no sabría por donde empezar. Por si fuera poco, no hay mayor mentira que aquella que dice que: el saber no ocupa lugar; sino de qué la nueva biblioteca se hubiera construido sobre la antigua Josa, con un piso de protección oficial de treinta metros cuadrados habría habido suficiente. Pero no… los abismos del saber son tan extensos… y yo tan limitado.

Menos mal, pensé al llegar a mi casa, que me queda la televisión y su zumbido constante, su aluvión de opiniones inconexas, su obscena capacidad de polemizar, de humillar, sólo para entretenernos. Desgraciadamente por culpa de esta manía mía que me hace estar atento de lo que dice la gente, no pude disfrutar de mi sesión diaria de telebasura, ya que de alguna forma había quedado contaminado por aquello que se había dicho en la universidad. Ese algo que hacer se traduce en un algo que ser, defendía mi amigo, cuando hablaba de la identidad. Con esa frase repitiéndose en mi cabeza pensé que: lo mejor que podía hacer, para ser aquello que siempre había soñado de mi mismo, era irme a dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario