viernes, 19 de febrero de 2010

Ciudades enfermas, el contra-bandista, 19 febrero

Caetano Veloso nos recuerda en una canción que: de cerca, todo el mundo está loco. Todas las personas tenemos discursos neuróticos que aceptamos como parte intrínseca de nuestra personalidad; manías, complejos, obsesiones, fobias, ideas delirantes; el abanico es muy amplio, tanto como individuos, tanto como vivencias, tanto como subjetividades. Es así y no importa, por algo se suele decir que nadie es perfecto.
Cuando se habla de Rubí como una ciudad saludable, me pregunto qué es aquello de lo que hablamos cuando hablamos de salud. Según la Organización Mundial de la Salud no se queda sólo en la ausencia de enfermedad, sino que es un estado de completo bienestar físico, psicológico y moral. Vamos qué el que esté absolutamente sano que levante un dedo, me comprometo personalmente en premiarlo con un donut. La verdad, no creo que sea una casualidad que esta definición de salud me estremezca como una hoja en medio de un huracán. Pienso que sino podemos hablar de ciudadanos saludables, hacerlo de una ciudad es una preciosa y absurda paradoja. Que quede claro que cualquier mejora en el sistema sanitario es bienvenida. Simplemente considero que hablar de ciudad saludable lleva a engaño.
Me podéis acusar de nostálgico, pero cuando observo las fotografías del antiguo Rubí, ese que conocieron mis padres y mis abuelos, hasta verlo desaparecer, la salud de los campos, de la riera, de las fuentes, de sus gentes, hacían de nuestra ciudad un lugar formidable, donde nacer, crecer y morir. La modernidad acabó con aquel Rubí como una brutal rierada. Quizás sea por eso tan necesario hablar de Rubí como una ciudad saludable, porque muchos rubinenses la consideran una ciudad enferma.

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