lunes, 22 de febrero de 2010

Mi perro, el Contra-bandista, 22 de febrero.

Un verano, cuando era adolescente, mi hermano compró un perro. Se trataba de uno de esos animales que usan los esquimales para tirar de los trineos; blanco, peludo, atento, una curva ascendente en las comisuras de su boca creaba la ilusión constante de una sonrisa muy simpática. Le dimos todo el amor posible, cosa no muy difícil, ya que él nos mostraba su gratitud, dejándose hacer y deshacer, tan dócil como un niño satisfecho.
El verano se acabó y en mi familia todos volvimos a nuestros quehaceres, estudios, trabajos, etc. Esto para nuestra mascota se tradujo en que no pudimos dedicarle tanto tiempo. Un día, al regresar a casa, no encontré a nuestro perro por ningún lado. Lo busqué por cada habitación, llamándolo cada vez más preocupado. Al salir al patio distinguí sobre el césped los pedazos de una zapatilla deportiva, los restos de las nuevas y carísimas zapatillas que se había comprado mi hermano hacía unos días. Desde su caseta, escondido, con la cabeza gacha, como si se sintiera terriblemente culpable, nuestro perro no se atrevía ni a mirarme. Nunca le habíamos pegado, ni gritado, personalmente, no soporto a aquellas personas que para educar a su mascota la tratan como a un recluta del ejército canino. Tras un buen rato de espera, por fin salió. Cuando se acercaba a mí parecía que fuera camino del patíbulo, pero no le castigué. Le miré a los ojos y le prometí que a partir de entonces haría un esfuerzo por sacarlo más a pasear. Desde ese día, nunca más volvió a destrozar nada, canalizaba su rabia con nuestras largas caminatas.
¿A qué viene todo esto? A que por mucho que se considere la culpa como una herencia de la tradición judeo-cristiana, si ha pervivido a lo largo de los siglos es porque se corresponde con una emoción primaria, que si se reconoce de corazón, es una señal de respeto, de cuidado, de cortesía hacia el otro, que invita a enmendarse. Por otro lado, todo este valor se desvirtúa cuando es un asesor de comunicación y relaciones públicas el que te aconseja disculparte. Esto pasa todos los días, por este motivo por mucho que la caguen los de arriba, aquí no cambia nada.

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